viernes, 21 de mayo de 2010

La frustración como motor del cambio



John Shepherd-Barron llegó un día muy enfadado a su casa porque no había llegado a tiempo para sacar dinero de su cuenta. Su oficina bancaria cerró puntualmente al mediodía y él llegó 5 minutos tarde.

Dándole vueltas a lo que le había pasado cayó en la cuenta de que si hubiera existido una máquina abierta 24 horas, parecida a las que él utilizaba para comprar chocolatinas, él tendría el dinero en el bolsillo.

Dicho y hecho, se puso manos a la obra y convenció a los directivos de Barclays para que éstos instalaran el primer cajero automático en una oficina de las afueras de Londres en el año 1967. Al principio era muy rudimentario y no funcionaban con tarjetas sino con cheques, pero lo cirto es que abrió el paso a lo que se ha convertido en un medio fundamental.

El motivo de que el PIN tuviera 4 dígitos es muy divertido: le preguntó a su mujer cuántos números pondría y ésta le respondió que ella no era capaz de memorizar más que cuatro cifras. Voilà.

Hoy a muerto John Shepherd-Barron, un ejemplo más de la inventiva humana.

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