jueves, 7 de enero de 2010

El roscón de Reyes



Una anécdota culinaria nos ha permitido reafirmarnos en la importancia que tienen las preguntas para lograr nuestros objetivos.

Uno de nuestros amigos de Ilustrarte, gran amante de los roscones me propuso repartirnos la tarea de comprar los ingredientes, dado que algunos de ellos son difíciles de encontrar.  Él compraría la harina de fuerza y la levadura prensada y yo compraría las frutas escarchadas. Ambos teníamos en casa el agua de azahar y el resto de ingredientes.

Acudí al primer supermercado. Perdonen ¿tienen frutas escarchadas? No, lo siento. Me dirigí al segundo supermercado y pregunté (llevando en mi cabeza el no, lo siento). Perdonen ¿tienen frutas escarchadas? ¿Frutas escarchadas? No, no. Luego fui a una pasterlería y luego a otra. En ambas me informaron de que las frutas escarchadas estaban en sus roscones y que no me las iban a vender a . Ya sin convicción acudí al último supermercado de la zona. La respuesta no se hizo esperar: No.

Cuando ya me volvía a mi casa me acordé que a unos 3 km tenía otro supermercado, para lo cual tenía que coger el coche y perder un poco más de tiempo. Al darme cuenta de que esta visita me exigía un esfuerzo mayor y con el ímpetu de no querer decepcionar a nuestro amigo resolví ir a este nuevo establecimiento cambiando la pregunta. Al entrar me dirigí resuelta a un empleado y le dije: disculpe ¿dónde tienen las frutas escarchadas? Éste me llevó inmediatamente a la isla donde convivivían peladillas, turrones, granadas, orejones, ciruelas y sí ¡frutas escarchadas!

¿Es posible que la manera de realizar una pregunta anticipe su resultado? Eso creemos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario